Superar el dolor de las rupturas

“Estoy sola en la cama. Siento una sensación extraña que podría describir como una mezcla de frió y vacío, pero no consigo identificar de que emoción se trata. Es mi primera noche de separada. Hoy duermo sola después de muchos años de vida común. Lo cierto es que estaba preparada para sentir mucho dolor y enfado, pero me sorprende que no sienta nada de eso. Más bien es una sensación de abismo, como si me hubieran sacado el suelo debajo mis pies y estuviera sostenida en el aire, suspendida en la nada. Poco a poco voy dejándome sentir y puedo poner nombre a mis sentimientos: tengo miedo, bastante, de lo que esta por venir, de estar sola, de cómo será el futuro, y me cuesta reconocer que estoy asustada. Además siento la impregnación de todos estos años y aunque tengo claro que la separación sea el camino correcto, me invade una extraña añoranza que no quisiera sentir. Me digo que estoy loca y, al fin, me contacto con tantas ilusiones truncadas y me asalta todo el tiempo la voz de Serrat cantando “no hay nada más amado que lo que perdí”. Y lloro… en un inacabable océano de lágrimas. Y duele”.

Esta es la descripción que hacía una clienta de terapia acerca de sus sentimientos después de una separación consensuada, en la que ambas partes estaban de acuerdo en bifurcar sus caminos y abrirse a la oportunidad de nuevos horizontes.

En una ruptura en general y especialmente en una de pareja se ponen en marcha muchas emociones, la mayor parte de las cuales consideramos negativas porque son difíciles pero resultan imprescindibles para completar el proceso y salir fortalecidos. La más habitual y difícil de vivir es el simple dolor de haber perdido al otro. Incluso en los casos en los que se siente una gran liberación por salir de una situación insatisfactoria para la persona, tarde o temprano asoma el rostro del dolor por dejar lo conocido, lo que se amó y enfrentarse a algo nuevo.

Afortunadamente la vivencia del dolor es un ingrediente necesario para completar con éxito el proceso de una ruptura y llegar a ser capaz de crear futuro.

Una elemental mirada filosófica nos enseña que, en el vivir, todo es ruptura y cambio, que todas las pérdidas empiezan ahora, enmarcadas en lo que tenemos, en aquello que hemos construido y ganado en nuestra vida. Constantemente estamos despidiendo algo del pasado y abriendo el paso a algo del fututo. Despedimos el acogedor vientre materno para salir a la luz de la vida, nos volvemos adolescentes dejando atrás el infante que fuimos y el entorno protector de los padres, pero también dejamos al joven impetuoso para tomar compromisos y responsabilidades en la vida, ser padres quizás, etc. Al final de un largo camino también enfrentaremos el tránsito definitivo de perder nuestra vida. De manera que vivir nos obliga al ejercicio constante de saber abrir y saber cerrar, expandir y contraer, ganar y perder, ampliar y reducir, amar y doler. Es el gran juego que también rima en nuestro cuerpo: a cada inspiración en la que tomamos el aliento necesario le sigue la expiración en la que nos despedimos del viejo oxígeno que ya cubrió su función, a cada sístole le sigue su diástole, en un latido ininterrumpido en el que la vida canta su mantra más sutilmente sonoro: tomar y soltar, tomar y soltar, tomar y soltar. Al final incluso soltar nuestra propia vida. Es feliz y exitoso aquel que sabe ponerse en sintonía con ambas fuerzas de la vida: la fuerza de la expansión y la de la retracción, la del ganar y la del perder. En toda vida ambas visitan. En toda vida nos encontramos con las perdidas y el desamor pero también con las dichas de las uniones, los vínculos y el amor que les precedieron.

Abrirse al amor en la pareja también significa hacerse candidato al dolor. Abrimos nuestro corazón cuando podemos asumir que tal vez nos dolerá. De hecho en el amor esperamos que el otro nos tratará bien, cumplirá sus compromisos y deseará nuestro bien. Pero también debemos saber que no somos niños indefensos y que nos hacemos más grandes y sabios cuando sabemos y concordamos en que el otro, a pesar del amor, también nos puede traicionar y que la verdadera confianza asiente a esta posibilidad y a sus consecuencias, en lugar de invertir en férreos e indignos controles. Si, al fin deviene la traición o el desamor o la ruptura inesperada, se pone a prueba nuestra autoestima que consiste en saber que podremos con ello, que lo superaremos fortalecidos y con el corazón abierto, y que estamos disponibles para todas los retos emocionales que se nos presenten en el trayecto que ha de conducirnos hacia nuevos y felices vínculos.

Quizá la prueba de fuego de que un proceso de separación concluyo es que estamos de nuevo disponibles para otro vínculo importante, para construir de nuevo. Se sabe que mal se construye sobre cenizas y escombros y, al contrario, se edifica bien sobre los aprendizajes anteriores, sobre la integración nutritiva de nuestro pasado, fuera el que fuera. Eso sí son buenos pilares. Por eso es tan importante integrar nuestra historia afectiva. ¿Cómo se hace? Después de un proceso emocional arduo, amándolo todo tal como fue, tal como ocurrió, incluyendo aquello difícil y desdichado que nos tocó vivir, porque de esta manera se cumple el efecto de que, amándolo, lo negativo se evapora y lo positivo se queda impregnado en nuestro corazón. Poderosas alquimias del amor. De esta manera no necesitamos caer en posiciones débiles como el victimismo o el resentimiento de las que algunas personas abusan, en lugar de tomar su responsabilidad en los asuntos. Posiciones que en el fondo les mantienen atados a lo anterior. En relaciones humanas podemos formular una máxima que se comprueba una y otra vez: “permanecemos atados a aquello que rechazamos en nuestro corazón” y a la inversa “lo que amamos, nos hace libres”.

Cuando pasamos por una ruptura, iniciamos el proceso de duelo en el que es previsible pasar por diferentes estados o etapas que tienen unas características estudiadas. Al igual que estamos programados para vincularnos con los demás sintiendo placer y expansión también están en nuestra naturaleza los mecanismos y recursos para el proceso de despegarse de una persona. Este proceso del duelo, en lugar de expansión produce retracción y en lugar de placer, rabia, pena, culpa, estrés, etc. hasta que culmina en la alegría que regresa al final de un aciago túnel.

En el primer momento de una pérdida o separación las personas pueden entrar en shock o incredulidad o negar la situación con la esperanza mágica de que no está ocurriendo. Otras quedan insensibles, como congeladas durante un tiempo, sin poder sentir nada. Estos estados estarán en función de la sorpresa con la que nos pille la ruptura. Si es algo que llevamos largo tiempo esperando, no sufriremos mucho esta etapa, aceptaremos la situación sin mucha dificultad. Pero si nos pilló de sorpresa, podremos estar unos días, o a veces unos meses, que no nos podemos creer lo que ha ocurrido o nos diremos que “solo es pasajero, seguro que volvemos”, o “que no cambia nada la situación, que al fin y al cabo siempre hemos estado solos” o “esto a mi no me afecta y voy a poder con ello”. Todas ellas son maneras de no aceptar el cambio que supone perder una pareja y el dolor que conlleva. Esta fase puede durar más o menos tiempo aunque normalmente es corta y se acaba imponiendo la evidencia de la realidad. En el caso de que no fuera así, seria necesario buscar ayuda terapéutica.

En otros momentos, como en oleadas, nos entra un dolor profundo, casi desesperado, en el que podemos pensar que sin el otro no somos nada, que no podemos seguir nuestra vida sin él. Sentir este dolor también es necesario para poder desvincularnos. Es preciso elaborar con claridad el desgarro de la ausencia y lo que hemos perdido en la ruptura para soltarlo e ir recuperando nuestra individualidad. Este dolor será mas grande en la medida que sintamos que nosotros no queríamos esta ruptura o perdida. El dolor se acentúa en especial en casos de muerte de la pareja ante el vértigo de saber que no la volveremos a ver. También es más difícil cuando somos los dejados, al enfrentar la frustración de que las cosas no son como quisiéramos.

En los momentos de más dolor es muy habitual caer en la tentación de buscar culpables o de culparnos sobre lo ocurrido. Se puede llegar a olvidar todo el amor que nos unió, para solo ver todo lo malo que tiene el otro o lo mal que actuamos nosotros. El hacer un análisis de lo que ha ocurrido es bueno para seguir creciendo y aprendiendo en la vida, pero juzgar, culpar, y criticar al otro a o nosotros mismos durante mucho tiempo sólo acentúa el sufrimiento. En general son intentos de hacer más soportable el dolor que con el tiempo pierden fuerza.

También es normal atravesar momentos de intenso enfado y rabia. El cuerpo necesita entrar en erupción para gritar y sacar tanto malestar. La rabia es producto de la frustración de ilusiones en proyectos comunes: la relación de pareja, el proyecto de la familia, la frustración de unas expectativas de vida. Es una manera de revelarse en contra de lo ocurrido y mostrar el desacuerdo con ello. En el caso de que nuestra pareja haya muerto es importante también poder mostrar ese enfado con el destino, con el mundo, con la pareja. Aunque esto no cambie la situación si que nos puede ayudar a la expresión de una emoción que sentimos. Algunas veces no nos permitimos la expresión de ese enfado por la culpa que nos crea enojarnos con el otro. Cuando actuamos así no permitimos que el duelo siga su curso y por tanto no nos podemos despegar de la persona. Debemos de saber que ninguna emoción en sí misma es peligrosa, tampoco la rabia. Lo que sí es disfuncional es quedarse anclado mucho tiempo en alguna de ellas. En verdad, la cualidad de los sentimientos es ir y venir; no permanecen parados y estables. Si un sentimiento dura mucho ya no es tal sino más bien una posición que hemos tomado para protegernos.

Sin embargo hay que cuidar que el enfado no sea más de lo mismo de lo que ya ocurría en la relación y un intento de atar al otro culpándolo. Así se mantiene el enganche a través del mal rollo y entorpecemos la evolución de una separación real. Para poder salir del enfado y la rabia es necesario saber rendirse, aceptar la situación y la ruptura y aceptar el dolor de la pérdida. Al final si somos capaces de sostener el dolor nos mantenemos en el amor, ya que dolor y amor son dos caras de la misma moneda. Permanecer conscientemente en el dolor es una forma de poderlo y de traspasarlo. Aunque en nuestra cultura el dolor tiene mala prensa porque creemos que nos puede llevar a la depresión, más bien es al revés, nos deprimimos porque detenemos el flujo espontáneo de nuestros sentimientos o pretendemos pasar por alto lo que duele.

Un proceso de ruptura concluye cuando reencontramos la paz y la alegría y mirando atrás logramos apreciar y agradecer lo que vivimos y aprendimos en nuestra ex relación y darle internamente las gracias a nuestra ex pareja por lo que fue posible y lo que nos aportó. Cuando podamos darle el reconocimiento que merece como una relación importante para nuestra vida. Cuando podamos reconocer el amor que hubo y guardarlo como un regalo. Cuando somos capaces de dejar libre al otro y desearle lo mejor y hacernos nosotros libres y también desearnos lo mejor.

En definitiva el gran reto para todos es aprender a amar lo imperfecto de la vida, de nosotros y de los demás, y volvernos compasivos. Cuando esto es posible tomamos nuestros errores al servicio de la vida y de un camino feliz en pareja.


Consejos prácticos para superar el dolor de las rupturas

LA RESPONSABILIDAD DE UNA RELACIÓN ES DE DOS Y LA RUPTURA TAMBIÉN
El aceptar la responsabilidad de que las relaciones son cosa de dos y lo que ocurre en ellas también. El poder ver qué parte de responsabilidad tiene uno en lo que está pasando en la ruptura es importante, no para culparse o juzgarse sino para ver cómo puede evitar más problemas y ayudar a que la ruptura sea más fácil. El hacerse responsable de que uno atrajo a esa persona determinada y que en un principio la amó y seguramente en algún lugar la sigue amando, nos puede ayudar para ver las cosas desde otro punto de vista, lo cual puede ser útil en los momentos difíciles. El satanizar al otro y culparlo de todo, sólo trae más conflicto y más dolor.

EXPRESAR LOS ASUNTOS PENDIENTES
Para poder superar una ruptura es importante expresar aquello que no hemos dicho anteriormente, tanto se trate de sentimientos como de acontecimientos puntuales a lo largo de la relación. La expresión de las cosas que quedan por decir puede ayudarnos a cerrar una gestalt y poder abrir otra. Si es posible la expresión con la persona delante mucho mejor, si no fuera posible, cualquiera sea el motivo, simplemente escribir todo lo pendiente e imaginar a la otra persona delante y decírselo.

EL DUELO TIENE DIFERENTES FASES Y REQUIERE TIEMPO
Como hemos descrito en el artículo en el duelo de una ruptura se pasa por diferentes fases y sentimientos. Una ruptura no concluye con la firma del divorcio. Este es un hecho importante que demarca unos límites precios. Sin embargo, en términos internos el tránsito de lograr una separación tiene su propio biorritmo emocional. Además, la relación puede perdurar como padres quizá, con lo cual se requiere una transformación de las reglas de juego y un reconocimiento por parte de la pareja de que, como padres permanecerán juntos en sus hijos. En cierto modo el divorcio une en el reconocimiento de un pasado que fue relevante.

EL AMARNOS A NOSOTROS MISMOS AYUDA A SUPERAR LA RUPTURA
Cuando tenemos una ruptura el saber que tenemos un valor independiente de si el otro nos valora o no es muy importante. Nuestra capacidad de valorarnos a nosotros mismos se pone a prueba cuando vivimos el fracaso de una relación o nuestra pareja nos dice que no quiere continuar viviendo con nosotros. Ahí aparecen todos los fantasmas de que ya no servimos o que no encontraremos a otra pareja nunca más o a nadie que nos quiera. El saber que uno tiene valor para otras personas y que lo tiene por sí mismo por el solo hecho de existir nos puede ayudar con estos sentimientos.

PODER AGRADECER LO QUE HA HABIDO
Es también muy importante poder agradecer todo lo que nos ha dado la otra persona, lo que su presencia ha traído a nuestra vida. Una forma de hacerlo es creando una lista de las cosas concretas que tienes que agradecerle. Aceptar lo que nos ha dado el otro y poder decir gracias nos pone en disposición de valorar e integrar lo recibido y desde ahí poder superar la ruptura. Un proceso de ruptura concluye cuando reencontramos la paz y la alegría y mirando atrás logramos apreciar y agradecer lo que vivimos y aprendimos en esa relación. Sólo así podremos abrirnos a lo que esté por venir.

EN NUESTRA CULTURA CADA VEZ MAS SE HABLA DE MONOGAMIA SECUENCIAL
En la sociedad en la que vivimos, a diferencia de otras culturas o en otros momentos históricos de la nuestra, el esquema establecido sobre cómo tienen que ser las relaciones es muy flexible. Lo previsible es que tengamos varias parejas estables a lo largo de una vida, con el consiguiente coste emocional. Sin embargo esto tiene la ventaja que de que podemos ser creativos con el tipo de relación que queremos. El inconveniente es que nos podemos perder en tantas opciones y no saber qué tipo de relación podemos establecer. Esta flexibilidad nos da la posibilidad de tener varias relaciones en una vida y de poder experimentar con cada pareja diferentes tipos de relación y de crecimiento. Para ello también es necesario poder dar un lugar a cada relación que hemos tenido y reconocerlas como tales.

Joan Garriga y Mireia Darder
Escrito originalmente para la Revista Mente Sana.
Octubre 2007

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