Lo más nuclear en la vida de las personas son los vínculos, los afectos y las conexiones, el amor y el desamor. Así, hay movimientos de expansión del corazón, que nos alegran y dan felicidad, y movimientos de retracción cuando hemos estado expuestos al dolor, al propio o al de nuestros familiares o personas queridas. Ante este sufrimiento, encogemos el corazón y también nuestra identidad y estima. Las Constelaciones familiares trabajan con estos movimientos y favorecen la expansión de los movimientos amorosos, hacia todo aquello que somos aunque aparentemente parezca rechazable, y hacia las personas de nuestra familia, a pesar de pudieran haber tenido comportamientos lesivos, superando la idea infantil de dividir el mundo entre buenos y malos y entre los que merecen ser queridos y los que no.