Entrevista publicada en Diario Clarin: haz clic aquí

Por Sabrina Díaz Virzi – 19/08/2025

Joan Garriga, referente en constelaciones familiares: “Nunca es demasiado tarde para reconciliarse con la propia historia”
El psicólogo español vendrá a Buenos Aires en noviembre para dictar un taller intensivo sobre el árbol genealógico y las raíces.

“Es más fácil tener una vida buena si nos sentimos bien enraizados en nuestro árbol genealógico”, asegura Joan Garriga, psicólogo humanista y referente en constelaciones familiares. En una nueva entrevista con Clarín, explica para qué sirven las constelaciones familiares, qué hace a un buen constelador y en qué se diferencia el abordaje terapéutico con jóvenes y adultos mayores.

Discípulo de Bert Hellinger, introdujo al creador de las constelaciones familiares en España y desde entonces se convirtió en uno de sus principales referentes. Licenciado en psicología y creador del Instituto Gestalt de Barcelona, también estudió con Claudio Naranjo -pionero de la psicología transpersonal-, se formó en PNL, abordaje Ericksoniano, métodos corporales y escénicos, y es experto en eneagrama y terapia integrativa.

En noviembre dará un taller intensivo de cuatro días en Buenos Aires sobre el árbol genealógico y las raíces (más info, www.veronicagadea.com).

 

Constelaciones familiares: ver lo invisible en tu historia

Las constelaciones familiares son un método terapéutico que permite visualizar las dinámicas invisibles dentro de un sistema familiar.

Más allá de la palabra, implica experimentar vivencias que reflejan la historia de nuestros padres, abuelos y antecesores. El objetivo es comprender cómo influyen en nuestras decisiones, vínculos y proyectos de vida.

Joan Garriga es psicólogo humanista y referente en constelaciones familiares. Foto Maxi Failla.Joan Garriga es psicólogo humanista y referente en constelaciones familiares. Foto Maxi Failla.

El director de escena: qué hace a buen constelador

Entre los 20 y 27 años Joan se interesó mucho por el teatro, incluso llegó a coquetear con la idea de dirigir. De allí tomó la idea de que lo que se despliega frente a los ojos puede revelar lo que permanece oculto: “Un buen constelador equivale a un extraño director de teatro entregado a la espontaneidad”, escribió en su último libro, Constelar la vida (Destino, 2024).

Para él, la tarea no es imponer un guión, sino acompañar lo que surge.

En constelaciones familiares, “escenificamos sistemas vinculares y sistemas familiares. Y la propia escenificación, si se entrega a la espontaneidad de sus vivencias e impulsos, genera clarificación, comprensión y, a veces, resolución de dinámicas”, explica a este diario.

“El constelador, o terapeuta constelador, es una especie de director escénico, donde su mayor tarea consiste en respetar lo espontáneo y fenomenológico que el campo va mostrando”.

“Consiste en ir un paso por detrás de lo que se muestra, y no jugar al terapeuta archisabio, o archispirado, que impone su idea de lo que le pasa a las personas, en lugar de permitir que el campo -esta escenificación, que es una exploración de las intimidades y las dinámicas- se vaya expresando”.

¿Qué define a un buen constelador?

– Creo que un buen constelador va un paso por detrás, y le interesa lo fenomenológico, mucho más que lo ideológico.

Es humilde, es respetuoso y acompaña a la persona a través de la constelación (no es que haga constelaciones para la persona: el foco siempre es la persona, la realidad de la persona y la posibilidad de la persona). Las personas somos una sustancia muy delicada.

Y esto significa que acumulamos muchas potencias en nuestro corazón y en nuestro cuerpo, y acumulamos también rasguños, heridas, lastimaduras, dolores, traumas. Por eso es tan importante acompañar y sintonizar con la persona.

Algo que he aprendido en mi historia como terapeuta es que nadie está loco. Si nos sumergimos en comprender la historia y los sucesos, y cómo han sido las cosas para esta persona (por ejemplo, cómo han sido los vínculos con sus padres), nos damos cuenta de que somos conglomerados de sabiduría que, dentro de nuestras posibilidades, terminamos eligiendo la mejor opción.

Esto significa que una persona puede venir a hacer una constelación, pero juega el juego del niño pequeño y dependiente, o juega el juego del inválido, o el juego del “a mí nadie me puede ayudar”. Hay tantos juegos que jugamos…

¿Y qué riesgos existen cuando se hace una constelación sin ese marco adecuado, sin poner en primer plano a la persona tal como explicás?

– Ir un paso por delante siempre tiene el riesgo de generar más resistencias en la persona.

Imagínate que a un constelador se le ha abierto “la canalización”, o lo que sea, y tiene la visión de que tú has tenido abusos sexuales con, qué sé yo, tu tío Federico. Y entonces, de repente, va y dice “es que es que ha habido abusos sexuales de tu tío Federico”. Y la persona dice “¡pero éste qué se inventa!” Incluso aunque fuera cierto, quizás no le corresponde decir esto al terapeuta.

Con esto quiero decir que a veces hay mucho problema con las constelaciones porque, dentro del encuadre del trabajo, hay terapeutas que van por delante del paciente.

Ir por detrás significa escuchar, comprender, reconocer y atender no solo la palabra, sino también el cuerpo. A veces la persona te está diciendo con el cuerpo “es demasiado”, “aquí no puedo”.

Los que acompañamos personas nunca sabemos lo suficiente. Con esto quiero decir que siempre se puede meter la pata y, como es un material tan delicado, pues a veces uno puede ir más allá o más acá, pero hay algunas reglas higiénicas de encuadre terapéutico que conviene respetar.

Constelaciones familiares: ¿para qué sirven?

En distintas entrevistas con Clarín, Garriga explicó que las constelaciones no satisfacen a la lógica racional, pero que sus efectos se pueden sentir. En esta nueva conversación, asegura que “el valor de una constelación es el proceso que estimula”.

Autor de libros como ¿Dónde están las monedas? y La llave de la buena vida, Garriga sostiene que el bienestar no depende de borrar el pasado, sino de darle un lugar en nuestra historia.

 

En una entrevista previa dijiste que las constelaciones familiares escapan a nuestra racionalidad. ¿Por qué?

– Es que las constelaciones tienen este elemento de que los representantes experimentan vivencias que reflejan las vivencias de los representados y al día de hoy no hay una explicación que calme la racionalidad. La propia herramienta ya tiene una cierta tendencia a lo inexplicable, por eso el terapeuta tiene que tocar de pies en el suelo y tener sentido común.

 

¿Qué les dirías a aquellas personas que sienten que quizás es “demasiado tarde” para reparar vínculos familiares?

– Nunca es demasiado tarde. Hay una frase legendaria de Milton Erickson: “Nunca es tarde para tener una infancia feliz”. Es decir, nunca es tarde para tener un pasado feliz.

Hace dos o tres años me contactaron de un hospital que tiene un comité espiritual, y el médico oncólogo con el que hablé me dijo “nos preocupa porque hay gente que muere mal, con demasiada angustia y sufrimiento. E intuimos que no es tanto por el hecho de tener que morirse o por la enfermedad en sí, sino porque hay asuntos familiares que no tienen arreglados”.

Entonces, fíjate si no es importante: aunque seamos ancianos, generar movimientos de paz, de reconciliación, de ordenamiento, de cada quien en el lugar que le corresponde.

Recuerdo una historia que cuenta Enric Benito, un médico de España que se ha dedicado a acompañar moribundos y personas en procesos terminales: un hombre muy cerrado que estaba ya al final de su vida y lentamente se fue abriendo, empezó a llorar y le dijo al médico “es que mi madre cuando era niño me daba unas palizas tremendas”. Este relato me impactó: nunca había soltado ese dolor. Esto quiere decir que el corazón está vivo hasta el último momento, así como el anhelo de paz y de concordia.

 

En ese sentido, ¿hay diferencias en el abordaje del trabajo terapéutico con personas jóvenes y con adultos mayores?

– Tengo la ventaja de haber trabajado con gente muy joven y con gente de edad. La gente joven se pregunta de dónde vengo, cómo me pongo en paz con mis padres y con mi historia familiar y, sobre todo, hacia dónde voy, cómo me proyecto en la vida, cómo construyo y forjo mi vida.

La gente más añosa tiene más heridas personales: la vida les ha golpeado, tienen más frustraciones, desamores… Entonces necesitan “ponerse en paz” con la vida que han tenido de la manera que ha sido.

Obviamente, si una persona no ha mirado el asunto de su familia de origen o de sus padres a los 24 o a los 35, pues a lo mejor tiene 70 y aún necesita mirarlos. El tema de los padres no claudica nunca, no tiene fecha de caducidad; los padres simbolizan la vida, este hombre y esta mujer que han sido tan relevantes están dentro de nosotros.

El árbol genealógico y su influencia en nuestra vida

¿Cómo explicar qué es el árbol genealógico desde la mirada de las constelaciones familiares?

– Esto es mucho de lo que trabajaremos en Buenos Aires. Parafraseando a Alejandro Jodorowsky, donde mejor canta el pájaro es en el árbol genealógico. Entonces, lo que importa es ver el canto, el canto bonito y auspicioso. Cantar significa tener una vida bonita. Es más fácil tener una vida buena, una vida bonita, una vida valiosa, una vida sustancial, si nos sentimos bien enraizados en nuestro árbol genealógico.

A veces hago un ejercicio donde uno se pone frente a otra persona y en la otra persona “vemos” al árbol genealógico. Es bastante impactante. Llevamos impreso en nuestro cuerpo que se puede, que podemos avanzar, que podemos sobrevivir, que podemos gozar, que podemos hacerle frente, incluso, a la angustia de morir porque tantos otros murieron. Llevamos esto en nuestro equipaje. Si viniéramos como tábula rasa, sin antecedentes, yo creo que estaríamos mucho más sonámbulos y desprotegidos.

Dicho esto, el árbol genealógico también tiene ramas partidas, frutos que -entre comillas- se “pudrieron” antes de tiempo. Estas son metáforas para explicar que ha habido dolor: el abuelo murió y no debía morir, una violencia, una negligencia muy fuerte con un niño… Tantas cosas golpean el árbol en forma de dolor…

¿Qué ha hecho el sistema familiar, el árbol, para hacer frente a este dolor? Cuando se le hace frente y se le puede procesar e integrar, el árbol es más fuerte. Cuando no se puede, es como si tú sales a un parque, miras un árbol y ves una rama que está partida: el árbol es majestuoso, pero tu atención va a la rama partida.

Esto va más allá de nuestra conciencia o de nuestra voluntad. Hoy en día se sabe -por experimentos que se han hecho con mamíferos- que las vivencias traumáticas o difíciles conservan un impacto por varias generaciones.

Y yo creo que también las no traumáticas y las maravillosas conservan un impacto por generaciones. Pasa que a veces un trauma tiene tanto impacto que desdibuja la potencia, pero sería inconcebible la vida si no heredáramos una increíble montaña de potencias y de cosas auspiciosas y maravillosas.

Luego, el reto para todas las personas es mirar el árbol genealógico y decir “con todo lo que me legáis, me siento invitado a tener una vida buena, a cuidar de la vida, a hacer un eslabón en esta cadena y a transmitirlo a mis hijos o transmitirlo a la vida”.

¿Qué cambia en nuestra manera de ver la vida o la historia familiar cuando hacemos una constelación?

– En psicoterapia tuvo y tiene mucho prestigio el insight, la comprensión; en Gestalt se habla del “darse cuenta”. La terapia a veces es muy discursiva y suena más a rollo. La constelación es tan visual que es muy difícil no ser afectado y decir “ahora voy entendiendo”, porque la constelación no termina cuando termina, sino que estimula un proceso de comprensiones y clarificaciones. Uno empieza a encajar piezas de un puzzle.

También hay que decir que si la comprensión es meramente intelectual es limitada: el buen darse cuenta, el que tiene más efectos de transformación, se vive en lo experiencial, en lo corporal y en lo emocional también. Entonces es difícil que haya transformación sin una reorganización de este conglomerado sensitivo o experiencial que es el cuerpo.

Dicho esto, es cierto que a veces hay personas que dicen “hice una constelación y lo que salió es que mi abuelo tenía un amante”. ¿Y qué? ¿Y a ti qué te pasa? O sea, ¿a ti te toca de alguna manera? ¿Dónde te toca? ¿Qué te hace? ¿Cómo vives esto? ¿Adónde apunta? ¿Adónde te lleva? A veces la cabeza es muy juguetona y le gusta acumular narrativas y explicaciones, muchas veces, para mantenernos en el mismo sitio. En definitiva, el valor de una constelación es el proceso que estimula.

Del 1 al 4 de noviembre, Joan Garriga dictará en Buenos Aires el taller intensivo “Mi origen, mis raíces”. Será presencial, en la Sala Picasso del Paseo La Plaza (Av. Corrientes 1660). Para información e inscripciones: veronicagadea.com.

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