Entrevista a Joan Garriga por Sabrina Diaz Virzi para Diario Clarín (Argentina): clic aquí
“Todo sufrimiento empieza con alguien que le dice a la realidad que está equivocada”, explica el psicólogo y gestaltista Joan Garriga, uno de los máximos referentes en constelaciones familiares en español.
En su reciente paso por Buenos Aires para presentar sus últimos libros, conversó con Clarín sobre los beneficios -y prejuicios- asociados a las constelaciones familiares. Además, aporta las cuatro cualidades imprescindibles que debe cumplir un buen constelador familiar.
El autor se caracteriza por hacer convivir teoría psicológica, filosofía y espiritualidad. Se mete en explicaciones trascendentales de la vida y las lleva a niveles prácticos, con ejemplos reales.
En esta entrevista, advierte sobre la importancia de abrazar la realidad tal como es para no sufrir, llama la atención sobre los disfraces que nos creemos a lo largo de la vida, reflexiona sobre cómo vivimos la muerte hoy y por qué están de moda las promesas vacías del positivismo ingenuo (“si te lo proponés, vos podés”).
Licenciado en psicología, en 1986 creó el Instituto Gestalt de Barcelona, donde desarrolla su actividad como terapeuta y formador en constelaciones familiares, coaching sistémico, terapia Gestalt y PNL. Allí invitó en 1999 a Bert Hellinger -teólogo y creador de las constelaciones familiares- a presentar su trabajo sistémico sobre constelaciones familiares. Con el tiempo, él mismo se convirtió en uno de sus principales exponentes.
Las constelaciones familiares, en búsqueda de la felicidad
En su último libro, Constelar la vida (Destino), asegura que las constelaciones familiares son “una herramienta de exploración de la felicidad y la infelicidad en las tramas vinculares”. Dice a Clarín que las personas “se experimentan más contentas, seguras, asentadas o amparadas cuando tienen un buen vínculo con los padres, con los hijos, con la pareja, con las exparejas, con el árbol genealógico, con la salud, con el trabajo… Así que, en este nivel, contribuyen a sanear o reestructurar tramas vinculares que habían quedado obstaculizadas por el peso del dolor o el peso de la violencia”.
Garriga dice que la mejor definición de felicidad que ha encontrado es de San Agustín y la incluyó en el libro La llave de la buena vida (Destino, 2014): “La felicidad consiste en tomar con alegría lo que la vida nos da y en soltar con la misma alegría lo que la vida nos quita”.
Pero, advierte, “tomar y soltar con alegría solo es posible desde un lugar interior al que no podríamos llamarle el ‘Yo personal’, sino el ‘Yo esencial’. En algunas personas que han tenido pérdidas muy graves, procesos de sufrimiento o situaciones de peligro a veces se apaga un poco el ‘Yo personal’ y aparece este ‘Yo esencial’, cuya función es abrazar la vida tal y como es, y esto incluye la enfermedad, la muerte y todas las dimensiones de la vida”.
– ¿Cómo se trabaja ese “Yo esencial”?
– Por una parte, a través de una comprensión intelectual: yo tengo pensamientos, tengo deseos, tengo temores, tengo emociones pero, al mismo tiempo, yo soy el que observa todo esto.
Es lo que hace la meditación: nos convierte en observadores de nuestra realidad. Entonces, vivimos en el mundo de la pasión, y vivimos en el mundo de la observación de la pasión; vivimos en el mundo de la identidad, y vivimos en el mundo de la observación de la identidad.
– Mirarnos “desde afuera”…
– Mirarnos desde la conciencia que vive en nosotros, que es como un espejo que refleja todo y no rechaza nada; abraza la realidad tal como es y no se apropia de nada.
Por otro lado, ayuda cultivar la atención al cuerpo, meditar, y desarrollar la actitud de querer encontrar el regalo, o la perla, que puede venir envuelta en el dolor o en el sufrimiento. Porque cuando la gente sufre hay dos caminos: la resistencia, o navegar en el dolor. Y cuando dejamos de resistirnos y navegamos en el dolor, mucha gente descubre que algo más esencial le cuida a uno, a pesar de los pesares.
En este sentido es espiritual; por eso digo que las constelaciones es un abordaje psico-espiritual, y la vida es un abordaje psico-espiritual, porque encarnamos una identidad y, al mismo tiempo, formamos parte de un misterio: no sabemos por qué estamos aquí, qué sentido tiene esto; hay un misterio que no podemos comprender, pero podemos abrazar.
– Se relaciona con el amor fati de Nietzsche, que decís que es el principio fundamental de las constelaciones, aceptar la realidad.
– Todo sufrimiento empieza con alguien que le dice a la realidad que está equivocada: “yo debería de haber tenido otra madre”, “mi pareja no debería de haberme dejado”, “este hijo debería haber nacido”.
– Estar en desacuerdo con lo que es.
– Exacto. La dialéctica entre la voluntad del Yo o la voluntad propia, y la voluntad de la vida: a veces se hace nuestra voluntad, y muchas veces se hace la voluntad de la vida. Por eso en abordajes espirituales se dice “In sha’ Allah”, que se haga tu voluntad en el Islam, que significa rendición a una voluntad más grande; porque cualquier persona que ha vivido muchos años sabe que pasarán cosas que son distintas de las que uno desea.
Los disfraces no son nuestra verdadera esencia
– Quisiera preguntarte sobre nuestros disfraces, esa “legión de yoes”, personajes que solemos confundir con nuestra verdadera esencia y que, en el fondo, decís que no nos pertenecen. ¿Por qué no nos pertenecen, por qué nos los tenemos que sacar de encima, y cuál es el rol del desapego en esto?
– Para viajar en la vida necesitamos adoptar identidades, pero podemos preguntarnos “por qué adopto una identidad de hermético y no una identidad de expansivo”, o “por qué adopto una identidad de orgulloso y no de humilde”, o al revés. Y entonces descubrimos que nuestras principales identidades se crean en el caldero de nuestras vivencias iniciales, con nuestros padres y cuidadores: los imitamos y adoptamos identidades de ellos.
O hay cosas que nos duelen y, para defendernos, adoptamos identidades que son defensivas: la identidad del duro, del resentido, del vengativo, de la víctima, del salvador… A veces son identidades que se han fraguado para defendernos del dolor o el malestar que experimentamos. Entonces, son identidades que tienen mucha fuerza en nuestra vida: son tiránicas, nos colonizan.
Tenemos 60 años y seguimos funcionando como si tuviéramos 5 años… Por eso importa también flexibilizarse un poco, desprenderse, porque todo tiene su momento bajo el sol, su momento de nacer y de morir. Si uno tiene una identidad o una máscara muy fija, le creará muchas complicaciones en la vida. Porque si yo tengo una máscara de dureza, entonces los demás tendrán que ser blandos para compensar mi dureza, y crearé relaciones de pareja en las que, por ejemplo, “tú tienes que ser blanda y tierna para que yo pueda ser duro”.
– Ser conscientes de esas máscaras y ver qué hacemos con eso…
– Son vestiduras. Al final de la vida nos vamos a desprender de todas las identidades; si a uno le dio por parecer “importante” o “bueno”, estas entidades se van por la rejilla, se desvanecen.
La muerte, un orgasmo cósmico
– Como en el ejercicio de la muerte (que hizo en un taller con terapeutas y personas experimentadas: enfrentarse a la propia muerte “personificada” en otra persona y decirle “aún necesito tiempo para…”). ¿Es un tamiz, donde queda lo esencial o verdaderamente importante?
– Hace poco, en La Contra (del periódico La Vanguardia), entrevistaron a un hombre [Enric Benito] que acompaña a moribundos y decía “la muerte es un orgasmo cósmico”, en el sentido de que nos desprendemos de todo. Y esto, que parece tan horroroso, cuando uno se entrega, se queda en la nada y parece ser que es un orgasmo cósmico, como la gran bienaventuranza, la gran bendición.
Por eso también hay abordajes espirituales que trabajan para -paradójicamente- cultivar la nadiedad, el desprendimiento: la vida es un viaje donde hay que encarnar identidades y, al mismo tiempo, saber que uno no es estas identidades; que sean funcionales, pero no esenciales.
– Sobre la muerte, hablás sobre nuestro “divorcio con nuestros difuntos”. ¿Por qué hoy vemos la muerte como algo disociado de la vida? ¿La posmodernidad se “olvidó” de la muerte?
– Me crié en un pueblo, vi cadáveres, niños que se habían ahogado, e iba a su casa a despedirlos. De alguna manera, la muerte aún estaba presente en la forma de vivir.
He viajado a la India y ves cómo portan los cadáveres y los queman: la muerte se hace presente como parte de la vida.
Pero ahora, en Barcelona, en la ciudad, la muerte existe sólo si toca a alguien que pertenece a tu red afectiva, entonces es como más lejana.
Creo que la posmodernidad también rinde un culto absoluto al Yo, a la “libertad individual” entre comillas, a la exacerbación del individualismo. Y, claro, hay que saber que no somos libres, es decir, que no todo es posible: que uno puede decir “he decidido esta mañana medir 1.90 mts.” pero no, mides 1.60mts; aparecerá algún médico que haga alargamientos, pero no todo es posible.
Y también muchas cosas son posibles, pero hay que saber ambas cosas. Pero hay mucha cultura de que “todo es posible”, hay mucha estupidez en la cultura.
No todo es posible
– Las promesas vacías del “si te lo proponés, vos podés” que está tan de moda.
– Es una inmensa tontería. Tiene una parte motivacional que dirigida a las personas asustadas e inseguras que puede estimularlos a sacar un poquito más de fuerza, pero no se puede todo.
– ¿Por qué creeés que pegó tanto este discurso (desde lo empresarial a lo espiritual)?
– “Si vos podés, podés curarte de tu enfermedad”. ¡Mentira! Es una falta de respeto a la enfermedad, y es una visión del mundo combativa.
Hace años vi esto de la “ley de la atracción” (a la que he criticado en alguno de mis libros) y donde ha ido la atracción funciona un poquito; pero hay que compatibilizar con la ley de la gran voluntad.
Me mandaron un vídeo de alguien que decía “si tú quieres, puedes ser rico y dar la vuelta al mundo”, y yo pensaba “Dios mío, ahora imagínate que a todo el mundo se le ocurre querer ser rico y dar la vuelta al mundo, menudo mundo viviríamos”. Mira cómo va el mundo, que todos estamos yendo de acá para allá, pero imagínate que los 8.000 millones tuviéramos que ser ricos y dar vueltas a todo el mundo, ¡sería la destrucción masiva del planeta!
Es decir, a veces las ideas de lo que “hay” que desear y lo que “hay” que querer son un poco estúpidas. ¿Por qué hay que desear ser tan rico, para qué sirve ser tan rico? ¿Por qué hay que desear tener tanto éxito o tanta fama?
En realidad, son los caminos al infierno personal, que están empedrados de poder, dinero y afán de notoriedad, pero son como griales que la cultura nos vende. Creo que alguien con 20 años esté seducido o nublado por estos griales puede tener sentido, pero luego maduramos un poco y aprendemos a distinguir lo esencial de lo no esencial.
– Y genera culpa, porque significa que si no lo lograste es porque no lo intentaste lo suficientemente…
– Esto solo muestra que estamos completamente locos, porque la salud crece y fermenta (y la salud mental con más facilidad) en un universo más amistoso y amable.
Uno se levanta por la mañana y se pregunta “con quién tengo que luchar para ser más y para que el otro sea menos”. Esto no milita a favor de la salud mental; es una locura sistémica absoluta. Por eso los índices de salud mental cada vez son peores, porque esto genera malestar en las familias, en las personas…
Tampoco soy un experto en sociología, pero sí me parece que es más rico quien dispone de una red social bonita, quien tiene buenos amigos y hermanos, quién ama y tiene personas que confían en uno, que respeta o ha trabajado las heridas con sus padres. Y esto es una riqueza muy superior al narcisismo que se supone que uno tiene que gritar “¡yo soy alguien!”
La soledad y el sentido de nosotros
– En ese sentido, en el libro decís que “se ha exacerbado tanto la dimensión de lo individual, del Yo, que se ha perdido una vivencia más natural de la vida como mamíferos: el sentido de nosotros”.
– La cultura y el sistema nos ha impulsado a “yo, yo, yo”. Cuando uno vivía dentro de un marco social muy estructurado o dentro de una familia extensa, los roles estaban muy marcados. En nuestra cultura se nos ha entregado la posibilidad de desarrollarnos a nuestra propia manera, pero el precio es muy alto: uno llega lejos en el viaje de sí mismo, pero el precio es que le falta compañía.
Yo me crié en el pueblo, y en las familias vivían los abuelos, los padres, los hijos… Cuando sea muy mayor me gustaría ver niños, no me gustaría estar confinado en un lugar donde todos somos ancianos.
– Vivimos cada vez más solos.
– Y te digo que en Argentina y algunos países latinoamericanos hay riqueza social. La gente hace de todo, pero se busca. En Europa somos animales de granja domesticados, donde cada uno vive en su jaulita. Y esta es la tendencia.
En España aún hay bastante vínculo, pero hay países donde hay mucha soledad. Hay países donde crean el Ministerio de la Soledad para gestionar el problema de soledad en la gente mayor (Inglaterra).
Creo que habría que pensar en la causa de los problemas, no en sus efectos; y a veces se buscan soluciones para los efectos (si estás enfermo, vamos a tratar la enfermedad, pero seamos más preventivos y preguntémonos la causa de la enfermedad).
– Pero es difícil salir de la rueda del hámster.
– De la rueda diabólica, del anti-mamífero, de la anti-naturaleza.
– En un momento hablás de entender la “naturaleza de nuestra esclavitud” en relación a las atmósferas familiares con las que cargamos.
– La gente dice “yo soy libre”. Pero no has elegido tu cuerpo, no has elegido nacer de esta señora o de la otra, no has elegido el árbol genealógico que te toca… Y el árbol genealógico tiene huella, y en el trabajo sísmico de constelaciones sabemos que nos influyen -afortunadamente- cosas que vivieron nuestros anteriores.
Somos los receptores de infinidad de recursos y aprendizajes de nuestros anteriores, solo que algunos de estos aprendizajes son cargas. El abuelo aprendió a tener una actitud muy desconfiada porque durante la guerra le tocó vivir muchos peligros; y esta actitud desconfiada queda instalada en el sistema y un nieto, que ya no le corresponde, vive viendo enemigos por todas partes, o desarrolla una esquizofrenia porque piensa que le quieren matar (cuando a quien querían matar era al abuelo). Así que el problema es que algunos aprendizajes siguen activos cuando ya no son necesarios.
Somos el legado de tantas cosas que han ocurrido en nuestro árbol genealógico. Es, al mismo tiempo, esclavitud y bendición. Alejandro Jodorowsky tiene un libro precioso que dice Donde mejor canta un pájaro… es en su árbol genealógico. Se trata de encontrar nuestro mejor canto desbrozando la maleza e iluminando los laberintos de nuestro árbol genealógico.
¿La culpa es de los padres?
– Decís que cuando empezaste a trabajar en el mundo de las terapias estaba de moda echarle la culpa de todo a los padres. ¿A qué le echamos la culpa hoy?
– La táctica de echar la culpa es maravillosa, porque mientras echas la culpa a los demás, te autoseduces con tu supuesta inocencia. Cuando empecé en el mundo de la psicoterapia, el discurso era “tenemos problemas por la infancia, por el vínculo con los padres”, y es cierto, no es una creencia falsa.
Pero, al final, la pregunta relevante para progresar terapéuticamente es “cómo tomo responsabilidad de lo que estoy viviendo y de lo que me ha tocado vivir”.
Como decía Machado, “soñé, ¡bendita ilusión! que una colmena tenía dentro de mi corazón / y las doradas abejas iban fabricando en él, con las amarguras viejas blanca cera y dulce miel”. De esto se trata: cómo con las amarguras viejas logramos fabricar blanca cera y dulce miel; cómo transformamos dolor en amor, de esto va al viaje de la vida y el viaje terapéutico. Todo lo que hace la terapia es contribuir a transformar dolor en amor.
Las constelaciones familiares ordenan el amor
– Hablando de amor… Decís que “las constelaciones reordenan el amor” (órdenes del amor), pero que el amor no lo puede todo. ¿Qué significa y por qué?
– Hay evidencias de que el amor no lo puede todo. ¿Cuántas parejas dicen que se quieren, pero no logran estar bien? ¿Cuántos padres aman profundamente a los hijos, pero los hijos tienen problemáticas de adicciones u otras cosas? Entonces, el amor no basta: se necesita el “buen amor”, se necesita el amor ordenado, que se reconoce porque las heridas propias y del sistema familiar han sido curadas; donde no hay personas que están mal miradas, y cada quien está en el lugar que le corresponde.
Una mujer dice “mi vida es una mierda, yo estoy muy mal, pero lo que quiero es que mi hija esté bien porque amo a mi hija”; pero así no funciona: tu hija no va a estar bien si tú no cuidas bien de tu vida y no estás en tu lugar como madre; es pedir peras al olmo.
Hay reglas del buen amor que hay que considerar para que el amor que se da en la mayoría de las personas florezca en forma de bienestar, creatividad, fertilidad. Por ejemplo, yo soy judío y tú palestina, y nos hemos enamorado, pero ¿vamos a poder con la deslealtad que significa para mi grupo de origen y tú con tu grupo de origen? Ya veremos. Porque esto requiere un salto cuántico interior para hacernos más libres de nuestra adherencia a los grupos de pertenencia (yo al grupo judío y tú al grupo palestino). Y nos amamos, pero es que el amor no sé si lo puede todo.
– La última vez que hablamos dijiste que “las constelaciones familiares aún no son explicables con instrumentos que satisfagan nuestra nuestra racionalidad”. En el libro fantaseás con levantarte en 300 años y ver qué pasó. ¿Creés que lograremos explicar algo más, cómo van a evolucionar?
– En el frontispicio de la casa donde vivió Jung, cerca de Zurich, hay una inscripción que dice “invocado o no invocado, Dios está presente”. Entonces, las constelaciones familiares -explicables o no explicables- traen rendimiento terapéutico, alivio, maduración a las personas.
Todavía no es explicable por qué los representantes son tomados por vivencias que reflejan las de los representados, pero esta inexplicabilidad se supera a través de la experimentación.
Si tú en tu artículo pones “los representantes sienten los sentimientos de los representados”, algún cartesiano va a decir “éstos han tomado algo”. Pero si luego uno de éstos viene a un taller de constelaciones y tiene la experiencia, dirá “ahora lo comprendo”. Esto significa que a veces la información se transmite de una manera que todavía no logramos explicar.
Pero el mundo está cada vez más abierto a ideas novedosas. En mi opinión, las constelaciones pertenecen al ámbito (no exclusivo, pero sobre todo) de la psicoterapia, donde aparecen psicólogos que se sienten un poquito amenazados y dicen “esto es escoria” o “es una magia irrelevante”; y también hay que decir que no les falta un poco de razón, porque hay una porción de personas que trabajan con las constelaciones que les va mucho la novela esotérica.
Cómo elegir un buen constelador familiar
– Justamente, uno de los principales desafíos al decidir realizar una constelación es elegir a un buen constelador. ¿Qué aspectos debería tener en cuenta alguien que lo hace por primera vez?
– Tener la impresión de que es una buena persona. Tener la impresión de que es humilde. Tener la impresión de que es profundamente respetuoso. Y tener la impresión clara de que el terapeuta va un paso por detrás del paciente, no un paso por delante.
El terapeuta acompaña, pero no dirige la vida de nadie. Si te encuentras a alguien que es muy narcisista o no le ves tanta bondad, aléjate y búscate otra persona.
Hellinger era una persona que por su carácter tenía una gran autoridad; a veces hacía intervenciones que parecían muy pontificias, pero era profundamente respetuoso y sabía lo que hacía. En el ámbito de la terapia hay la tentación del poder, hay terapeutas que juegan -o jugamos- al poder de dirigir o influir en las personas. Hay que ser humilde, respetuoso, ir un paso por detrás, confiar en lo fenomenológico, no tener ideas dogmáticas.
Si yo voy a un terapeuta y me dice “a tí te pasa esto”, no vuelvo.